De valor incalculable, pero de origen muy poco claro. Tanto que lo único que parece cierto es que desde el s.XVI hasta mediados del s.XX la variedad Albillo se consumía fundamentalmente como uva de mesa. Eso hasta que llegó a los postres la Moscatel. Y, principalmente, porque hace ya siglos que el refranero dice que vino de San Martín encerrado en Ávila vale más de un florín.
El vino de esta localidad madrileña que realizaba crianza al otro lado de la Sierra de Guadarrama se elaboraba con Albillo. Lo que también es cierto es que es una de las variedades autóctonas más difíciles de encontrar fuera de España. De hecho, incluso en España apenas se dejan ver en determinadas zonas Madrid, Toledo, Ávila y el valle del Duero. Pero ¡cuidado! No es ningún secreto que ni son la misma variedad ni sus vinos producen las mismas sensaciones.
Antes solo la recogía para la elaboración de tintos. Sí, precisamente para aligerar el Tempranillo más famoso del mundo. Por este motivo, los productores de la zona que supieron ver el potencial de la variedad se acogían a la calificación de Vinos de la Tierra de Castilla y León. Ahora ya hay blancos de Ribera del Duero y es algo como para brindar y maridar. Pues la mejor forma de hacerlo es en la mesa, volviendo a sus orígenes, pero con la copa en la mano. Perfecto desde con carnes de caza y revueltos de setas hasta con ostras y percebes, para los que son más de mar. Gastronómico, sabroso y lleno de sensaciones y se pueden encontrar en CataTú para disfrutar del Albillo, directamente desde la bodega, en casa. Redescubriendo un tesoro de la enología al que hasta ahora le había gustado jugar al escondite y pasar inadvertido.
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